
Santorini, Islas Cícladas. Grecia
Mucho calor tras las paredes de la oficina. No se si se siente más miedo por adentrarse en el sofocante exterior o por quedarse delante del ordenador. La voz exquisita de Peggy Lee ameniza estos intensos primeros días de Julio, y mientas una se aisla del mundo dentro de sus cascos, recuerda como doce meses atrás la calma la trasladaba a un mundo que ni era capaz de imaginar que existía fuera de las películas.
Debería ser ilegal enjaular a las personas en oficinas los días de cielo azul y sol resplandeciente. Más que nada porque he aprendido que la concentración disminuye y la mente se traslada a otras circunstancias favorecidas por conversaciones muy recientes. Definitivamente no creo en los momentos y los lugares. Si dos personas quieren estar juntas se nota, se siente y se lleva a cabo. La complicación desaparece y ni todas las horas de trabajo del mundo pueden separarlas. Es demasiado fácil agarrarse al romántico argumento de que "no es nuestro momento". Cuando existen ciertas emociones entre dos personas, éstas están juntas. Y sino lo están físicamente lo están mentalmente a través de la lectura de sus miradas. Las relaciones se acaban no por el momento sino porque se acaban, o porque las dejamos escapar sin luchar por ellas. Hay seres humanos que en el fondo nos regocijamos de nuestras desdichas, insistimos en ellas y vivimos de los restos nostálgicos de relaciones pasadas. Así, nunca sabemos apostar por el presente y hacemos daño a quien está a nuestro lado por un dolor del que no son culpables. No quiero que ésto siga pasándome. No quiero volver a arrepentirme de no valorar a la persona que tengo a mi lado nunca más. Nunca.

"Tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida.
Pasa la vida, igual que pasa la corriente
cuando el río busca el mar
y yo camino indiferente donde me quieran
llevar...
Y pasa la gloria y ves que de tu obra
ya no queda ni la memoria".
Pasa la vida, Pata negra. BSO de "Bajarse al moro".