viernes, 28 de enero de 2011


Existe una raza de personas que deberían de vivir juntos en su propio país de regaliz: los superfelices. Y estoy harrrta de todos los que me rodean. Se puede tener un positivismo sano y se puede ser superfeliz. Los superfelices tienen un fondo oscuro, son siniestros y retorcidos. Tienden a retroalimentarse de la vida y pensamientos de los demás, haciéndoles sentir mal consigo mismos y con lo que les rodea, y de ahí precisamente es de donde les viene su puta felicidad fingida.

No quiero consejos baratos sobre pensar en las cosas buenas que me pasan mientras estoy despierta. No soporto a esa gente que caaaaada día se pone una frase relacionada con la felicidad. Y no, no me creo que en esa obsesión por buscar la felicidad consigan serlo en el día a día.

Hay que disfrutar y reir. Reir mucho. Y si toca, también llorar y estar mal. Solamente quiero a a mi alrededor a la gente que sea capaz de mostrarme sus sentimientos sean cuales sean. Con los que pueda reir y llorar. Los que sólo viven regocijándose en su felicidad que se queden en su casa bajo llave.

2 comentarios:

kontri dijo...

Vaya, menos mal que alguien se atreve a reconocer que todavía quedan trazos de humanidad en nuestro interior. Sentirse avergonzado por caer de vez en cuando en la melancolía o tener un día triste sin motivo aparente es pretender ser una máquina, una máquina sonriente que va vomitando consejos sobre como ser feliz y que se jacta de que los demás no consigan estar a su nivel. Sin embargo, tanta insistencia es sólo reflejo de incredulidad para con uno mismo, es construir una coraza contra los sentimientos. Quien se siente y se sabe feliz no necesita perder ni un segundo convenciendo a los demás.

Esther* dijo...

uf, efectivamente, que pereza de personas...